Uno de los principios de la teoría
general de los sistemas reza “las partes no pueden comprenderse si se consideran
aisladas del todo”. Esta teoría tiene innumerables aplicaciones, en psicología
por ejemplo, existe una técnica terapéutica llamada terapia familiar sistémica cuya unidad de análisis es la familia y
no el paciente. Desde esta perspectiva, el paciente es sólo el síntoma, el verdadero
conflicto radica en la familia, que como un todo, afecta a todas sus partes aunque
sólo se haga visible en uno de sus miembros. La mayoría de las veces, esta
situación es inconsciente para los demás miembros de la familia, sus conductas
se mantienen por esquemas cognitivos o supuestos personales, entendidos como
las ideas subjetivas que permiten dar sentido a la experiencia pasada, presente
y futura, las cuales muchas veces son distorsiones (Beck et al., 1983). Pero también
existen supuestos “sociales” o prejuicios que se presentan en grupos sociales o
incluso en las masas.
Esta analogía precedente fue expuesta para
explicar que la revolución ciudadana ha aplicado la teoría del buen gobierno con relativo éxito, situación que ha sido
reconocida internacionalmente. Sin embargo, parece que la receta no está
brindando los resultados apetecidos en materia educativa. Aunque las
estadísticas son muy alentadoras, también se ocultan tras ellas algunos problemas
sociales evidentes y en crecimiento, como los comportamientos de resistencia de
los adolescentes (Calderón, 2013), el micro tráfico de drogas, los aprendizajes
y la gestión educativa. Estas fugas que presenta el sistema educativo obligan a
analizar los supuestos sobre los cuales está cimentado. Si bien no se percibe
mala intención en su construcción, es posible que la soberbia academicista del gobierno
y la fe ciega en su modelo, no les permitan dilucidar otras alternativas.
Como efecto, ¿quién paga las
consecuencias? Tal como una cadena alimenticia donde los organismos devoran a sus inferiores, un sistema educativo que exige
desde arriba, oprime a todos los subordinados, siendo el último eslabón los
docentes y los estudiantes. Los videos de perreadores, la violencia de los
adolescentes, etc., no son más que expresiones de un sistema enfermo. Mientras
el presidente, el ministro y sus colaboradores intentan localizar la falla del
sistema, otro sector de la comunidad educativa tiene la certeza que la falla es
el propio sistema. ¿Se formulará el gobierno algún día esta pregunta?
Una educación liberadora, como la que plantea
el discurso del presidente, no lo será nunca por decreto. Paulo Freire (2008) analiza
que los líderes revolucionarios, por más bienintencionados que sean, si continúan
portando al opresor y una visión de control, acaban usando en su acción los mismos
métodos empleados en la educación que sirve al opresor. ¿Se convirtió el Ministerio de Educación en el
oponente a quien pretende vencer?
Bibliografía
Calderón,
M. (2013). Juventudes en el espacio educativo. Biopolítica y bioresistencia
I. https://hypomnemata.jux.com/877901
Beck, A. T., Rush, A. J., Shaw,
B. F., & Emery, G. (1983). Terapia cognitiva de la depresión. Bilbao: Desclée De
Bruwer.
Freire, P. (2008). La pedagogía del oprimido. México. Siglo
XXI.