jueves, 5 de mayo de 2022

La Lectura: Por una educación inmune a otra pandemia



    La pandemia demostró que el sistema educativo no está del todo preparado para la educación en línea, y no me refiero a la tecnología ni acceso a internet. Muchas clases virtuales mantuvieron un formato convencional donde los docentes impartían su cátedra en una pantalla-pizarra mientras que los estudiantes escuchaban y/o veían. Dicha práctica suele priorizar la enseñanza al aprendizaje, pues los alumnos conservan su dependencia del maestro, mostrando regular interés en sus tareas y en cómo realizarlas, por ende, tienen serias dificultades para estudiar solos.

    Esta introducción sugiere que no se han desarrollado dispositivos para la formación de la Autodisciplina, que es la capacidad de una persona para autorregular su conducta. Esto se observa claramente en dos momentos, primero en el comportamiento natural de un individuo en presencia o ausencia de la autoridad, y segundo cuando despliega el autodidactismo como método para aprender por sí mismo sin la ayuda de otro. En este sentido el currículo deja que desear en cuanto a la formación de aspectos autorreguladores de la personalidad como la voluntad y el carácter de los educandos.

    Es comprensible que durante la pandemia no podían tomarse correctivos por la premura de atender urgencias tecnológicas. Pero próximos a un retorno presencial parecería que los cambios son más de forma que de fondo, sin embargo, estamos en un momento clave para discutir un giro en el modelo pedagógico del ministerio.

    Nadie duda que la lectura es una actividad que posibilita el desarrollo del pensamiento crítico, la adquisición de conocimientos y la educación en valores. La escuela se arroga la enseñanza de esta función y promueve su uso, pero resulta que aprender a leer no asegura la formación de un lector. El índice de lectura de los países latinoamericanos sigue por debajo del promedio mundial. Entonces, independientemente de los métodos de aprendizaje de la lectura empleados, lo que debería atenderse es la formación del hábito lector.

    Se define por «hábito de la lectura» al autoentrenamiento diario de la lectura, ejecutado con placer y que satisface una necesidad personal. Es decir, debería empezarse por el autodescubrimiento individual mediante el estímulo de la curiosidad, identificación de intereses y la formulación de preguntas como necesidades vitales, de modo que su satisfacción se consuma en la búsqueda de la verdad, el encuentro con los libros y su lectura habitual. Puede que el currículo contemple estos principios pero también muestra discrepancias en los métodos para lograrlos, y es muy entendible porque tales aspectos abordan experiencias muy particulares e íntimas. Una evidencia de lo expuesto es justamente la existencia de personas lectoras que consiguieron serlo no por la escuela, sino a pesar de ella.

La formación de lectores consumados muestra una complejidad que supera la didáctica porque aborda la psicología del sujeto. Además, quien intente asumir la tarea de formar un autodidacta debe lógicamente poseer esa cualidad. Es necesario un debate nacional para transformar una educación inmune a futuras catástrofes y cambios. 

 

 Eduardo Molina Morán