sábado, 23 de noviembre de 2013

DOS VISIONES SOBRE LA INVESTIGACIÓN: LA SUPERVIVENCIA DE LA UNIVERSIDAD ECUATORIANA

Una comunidad de indagación es la reunión de personas que responden a una necesidad intrínseca de investigar acerca de temáticas que les interesa, es decir, su conformación no obedece a una necesidad externa. Muchos autores han contribuido a desarrollar este concepto desde la filosofía, la educación y la investigación, sin embargo, sus aportaciones conservan ciertas esencialidades que a continuación se detallan.

El origen y conformación de una comunidad de indagación puede ser espontánea o planificada, son autorregulados y tienen como base una cualidad en cada uno de sus miembros: La capacidad de asombro, la que se entiende como la habilidad natural que tiene todo ser humano para formular preguntas filosóficas y epistemológicas. Esto se observa con mucha claridad en los niños, pero la escuela se encarga de aniquilar paulatinamente esta capacidad (Lipman, 2002), cuestión que difícilmente el adulto llega a reencontrarla.   

En sus inicios estos espacios realizan diálogos que ayudan a mejorar progresivamente la capacidad argumentativa de sus miembros, a su vez los impulsa a profundizar la lectura, redacción, intercambio de escritos y debate. Este ejercicio básico y periódico posibilita el surgimiento de delimitaciones en un tema que asegura la conformación de una línea de investigación y así convertirse en una corriente del pensamiento. Este proceso orientado por el ocio de aprender, quema algunas etapas que modifican su nombre desde comunidad de indagación, grupo de estudio y grupo de investigación. Algunas universidades e institutos en el Ecuador ya llevaban esta práctica e investigaban mucho antes del gobierno de la revolución ciudadana.

No obstante, el informe del CONEA del Mandato 14 (2008) concluyó como generalidad que la universidad ecuatoriana ha tenido una función tradicionalmente profesionalizante y nunca fue una prioridad el apoyo a la función de investigación. Dada la demanda actual de cumplir los indicadores del SENESCYT, se observa como estrategia común en algunas universidades, la disposición desde sus autoridades de realizar cursos especializados que conduzcan a la conversión de sus docentes en investigadores, obviamente con el debido mejoramiento económico por esta nueva función, de esta manera la conformación de grupos de investigación se deriva de una orden superior. Esta situación es muy coherente con un paradigma basado en la dirección y el control; el origen del interés de apoyar la investigación representa una cuestión de supervivencia y no necesariamente un convencimiento por convertirse en una corriente del pensamiento, la universidad se subordina a los indicadores.    

Para este paradigma basado en el control nadie investiga por el puro gusto, solo un seguimiento adecuado del proceso de formación de los docentes asegura la producción y calidad de investigaciones. Esta estrategia en cambio es vista como una falacia para el paradigma que abraza la idea de comunidad de indagación, para éste la investigación no es una actividad o función, sino una filosofía y estilo de vida. El investigador auténtico es el que se dedica por su convicción de contribuir a la ciencia.

El debate sobre estas dos visiones epistemológicas me llevan a cuestionar: ¿Qué panorama ofrece la universidad ecuatoriana con la estrategia elegida? ¿Qué calidad de productos podrán ofrecer docentes capacitados y mejor pagados pero sin el historial de poseer esa mística investigativa? Sólo el tiempo lo dirá.


Bibliografía
Lipman, M.; Sharp, A. y Oscayan, F. (2002). La filosofía en el aula. Madrid. Ediciones de la Torre.

CONEA, (2009). Mandato Constituyente No. 14. Evaluación de desempeño institucional de las universidades y escuelas politécnicas del Ecuador. Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación de la educación Superior del Ecuador. 

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